En Miraval-Cabardès, es como estar en el fondo de un ojo, ¿el ojo de un ciclón, quizás? Basta con que el viento marino sople y silbe contra las escarpadas paredes del Orbiel para que uno se sienta como si estuviera allí. Entonces el paisaje circundante parece más salvaje… Pero también es el ojo del Cíclope, el guardián.
Para ello, hay que subir al Roc du Bougre para «mirar hacia el valle», como sin duda hacían los hombres de armas del castillo, para que su señor, el trovador Raimon de Miraval, pudiera disfrutar de la paz de su escondite y escribir los tormentos de sus amores. Lo que queda de este pequeño señor de los artistas es un tramo de muralla, algunos poemas y una pequeña aldea secreta. Las aldeas de Campmas y Lacoste se encuentran frente a frente, cada una con vistas al alto valle del Orbiel y a su sinuoso río.